Franco Oriondo, bajista de Plutonio de Alto Grado: «Cuando recibí la vacuna sentí un rayo de esperanza»

Franco Oriondo tiene 2 pasiones: la música y la medicina. Es bajista de ‘Plutonio de Alto Grado’, una banda peruana de rock alternativo. Hace poco se tituló como médico cirujano y se unió al personal de primera fila que lucha contra la crisis sanitaria por coronavirus. Tras recibir la vacuna, el bajista dio unas cuantas entrevistas. «Creo que esta es la última que daré por ahora», me indicó cuando conversé con él.

Con una amabilidad y carisma que él mismo califica como ‘eso’ que tienen los «rockstars» me saludó Franco Oriondo, bajista de Plutonio de Alto Grado. Cuando conversamos había salido recientemente de su turno como parte del cuerpo médico de Tingo María. Franco batalló todo el 2020 para poder titularse de médico de la Universidad Nacional Federico Villarreal. «Soy médico, tengo la vocación y descubrí mi propósito en la vida que es hacer feliz a los demás, solo así soy feliz yo», me explica.

Foto: Instagram.

«Hay gente que habla mal, que dicen que soy vivo, que me he ido por la vacuna», me cuenta. «El martes 19 de enero pude colegiarme y en menos de un día conseguí trabajo. Me uní sin pensarlo 2 veces», explicó.

Al inicio, la mamá de Franco Oriondo no quería que viajase a Tingo María. Le recomendó buscar un trabajo en Lima. «Le dije a mi mamá: Yo me voy porque así soy. (…) Tú no puedes detenerme».

Le pregunté acerca de la llegada del nuevo coronavirus al Perú. «¿Te imaginaste que llegaría a ser algo tan fatal?», inquirí.

«La verdad que no. Yo era suscriptor de la OMS. (…) La OMS me falló», me contestó. «Tampoco voy a estar de conspiranoico, eso es para la gente que tiene tiempo. Yo no tengo tiempo», me dice mientras ríe.

A inicios del 2020 pensaba que el virus no llegaría al Perú. «Los chinos siempre tienen un montón de enfermedades. No va a llegar, pensé. Y empezó a llegar», me explicó.

Cuenta que estaba revisando su tesis cerca del Hospital Rebagliati (estaba coordinando con su asesora de tesis) y escuchó la voz del entonces presidente Martín Vizcarra anunciando la llegada del primer caso de COVID-19 al Perú. Tampoco le prestó atención, pensó que era una pequeña gripe. Su madre viajó por esas fechas.

Omar, su hermano, le preguntaba acerca de las mascarillas. Como buen hombre de ciencia, Franco le respondía que no, la OMS no recomendaba usar mascarilla. Mantenía la serenidad. «Luego empezó la pesadilla. Ya no era una gripecita», añade.

«El porcentaje de mortalidad se mantiene en 5%, sí. Pero nadie nos dijo que era una enfermedad multisistémica, que afectaba diversos órganos, que tenía secuelas neurológicas. Nadie nos dijo eso, la OMS nos mintió. Y así el COVID se convirtió en mi pesadilla en algún momento», me contó.

Y en efecto, se convirtió en su pesadilla. Él, su hermano y y sus primos (quienes integran su banda Plutonio de Alto Grado) se contagiaron. Pese a ello, decidieron dar un concierto virtual (un concierto desde el techo de una casa que fue reseñado en la web de La República). La saturación de Franco marcaba 95. «Si llegaba a 93, me asustaba», me cuenta.

«En ese concierto estábamos los 4 enfermos. Mi tío estaba en el hospital, estaba mal. Saturaba muy mal. Mi primo que es su hijo, Diego, estaba tocando la batería. Ese día no quiso tocar pero yo le dije que tenía que tocar porque era así, el show tenía que continuar. Y así tiene que ser, era lo que teníamos que hacer. (…) Omar estaba con COVID, le faltaba el aire. Cantaba así (ahogándose) Igual dimos un show», recuerda.

De los 4 integrantes de la banda, Franco fue quien más sufrió los estragos del virus. Las primeras 2 semanas tuvo fiebre. Pensó que se había recuperado, mas el virus atacó con más fuerza. «De nuevo vino el virus. Un airecito que pasaba por mi nariz, unas palpitaciones horribles del corazón. Mi frecuencia cardíaca llegaba a 120, 130 y estaba sin hacer nada», recuerda.

Decidió ir a una clínica pues pensaba que podía sufrir un infarto. Su hermano, Omar, lo llevó a la clínica donde estaban asegurados. «Me diagnosticaron COVID con una prueba rápida y me tomaron una tomografía y tenía neumonía con el 16% (de los pulmones) afectados», recuerda.

A diferencia de él, su hermano, Omar, no tuvo síntomas. Según cuenta, Omar solo perdió el gusto, el olfato y sentía cansancio. «Evalué y vi que Omar tenía 15 kilos menos que yo. (…) Ahí me di cuenta que el peso sí es un factor de riesgo. A más IMC, más mortalidad», me cuenta.

Las secuelas se harían presentes por mucho tiempo. Su corazón se agitaba fuertemente hasta, al menos, junio o julio. Cuando lo superó, su oído se vio afectado. «Me zumbaba el oído. Fui al otorrino, me limpiaron los oídos pero igual. Por ahí que perdía un poquito el equilibrio también. Y ahí me di cuenta: es el COVID, hijo de puta, ¿Cuánto más?», pensaba.

Las reminiscencias del virus se redujeron en setiembre. Al mes siguiente pensó: «Tengo que rehabilitarme». Empezó a hacer ejercicios y entre octubre y noviembre logró bajar 10 kilos. «Creo que me sentí mejor. Siempre alguien en su peso es más feliz que alguien que no. (…) Igual quiero bajar 3 kilos más, pero vine a Tingo María y comprenderás que no tengo tiempo», me explica.

Lamentablemente, su tío no corrió la misma suerte. Él falleció víctima del nuevo coronavirus. «El COVID me ha quitado mucho», comentó al respecto Franco.

La vacunación

El día que recibió la vacuna, Franco Oriondo se sentía feliz. Era un pequeño rayo de esperanza. «Chiquito, tenue aún porque tú sabes: una vacuna del 76%, es como que me digas: ‘¿Quieres el de 95% o el de 76%?’. (…) Pero igual, 76% está bien. (…) Más que todo, como médico, después de sufrir tanto», me cuenta.

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Franco el día que recibió la primera dosis de la vacuna china. Foto: Twitter.

Se siente más tranquilo cada vez que acaba su turno. «Cada vez que salgo trato de escuchar música, la banda, veo más cosas, leo. (…) Estoy muy actualizado con las jergas. Cuando sea viejo voy a ser un chiquiviejo, en mi cabeza sigo teniendo 17», bromea.

«Plutonio siempre ha sido mi escape»

Franco Oriondo pensaba dedicarse por completo a la medicina. Sin embargo, aún coquetea con la música. «Yo termino (mi turno) y quiero olvidarme, quiero relajarme. Por eso mismo la música siempre ha sido mi escape. Mi mente tiene un ‘on’ y un ‘off’. Cuando no estoy haciendo música, estoy haciendo medicina», me cuenta.

Nadie es precavido

Para él, no estamos siendo precavidos. «Estamos en Perú, estamos en Latinoamérica, si quieres. Por hablar así me preguntaron si odiaba Perú. No, yo amo Perú, pero por el hecho de amar no voy a dejar de decir la verdad», explica.

Y ahora, con más años encima, ya no pierde el tiempo con los ‘antivacunas’. Prefiere no decir nada. «Esa gente está cerrada. Yo tenía un amigo así. ‘¿Tú crees en eso?’ le preguntaba y me reía», me cuenta. «Si algo te funciona, sigue siéndolo. A los antivacunas solo les diría: ‘No te vacunes. Ya estarás en UCI'».

Foto: Instagram.

Para él, los peruanos se esforzaron bastante durante la primera cuarentena, pero nos decepcionaron. La coyuntura política, opina, ayudó a mermar los ánimos. «Al final ya le dio igual», explica.

Nos falta ser honestos

«Al peruano le falta ser honesto. El peruano es mentiroso en muchas cosas y se cree bacán. Cree que la ley del pendejo es lo que va a dominar», opinó. Reconoce que alguna vez también se creyó pendejo, pero reconoció que estaba mal. «A lo largo de mi carrera, tanto musical como la de medicina, he sido honesto siempre», agregó.

Música popular

«Mi música no es para entendidos. Mi música es popular, mis melodías son populares, mis letras no tienen versos entreverados. Yo te lo doy masticado, es algo comercial. (…) Yo quiero llegar al populum, que el mensaje se transmita. No hacemos cosas prefabricadas pero tampoco las hacemos difíciles», me explica.

Para él, la música cae por su propio peso. «Al final, es arte».

Foto: Instagram.

«El médico que solo sabe de medicina, no es médico»

En su casa es como un libro de consulta. Cualquier duda que su familia tenga sobre cualquier tema, se la preguntan a él. «Mi hermano si es más asustado, él sí es más susceptible», me comenta. «A nosotros (los médicos) nos forman de una manera en que tú tienes que saber todo. Hemos estudiado más que los demás, hemos tenido más requerimientos. Yo postulé entre 2 mil persona e ingresé en cuarto lugar», me explica Franco Oriondo.

«Entonces, el médico también tiene eso: enseñar. Siempre enseña. Y a mí, me encanta enseñar. A veces, los médicos ya perdieron el gozo, o no sé. Espero que a mí nunca me pase. Y creo que nunca me va a pasar. ‘Sí señora, que esto, que el otro ya’ (dicen muchos médicos). No entiende nada el paciente. Yo, de interno, les explicaba bonito (a los pacientes). Me preguntaban: ‘Doctor, ¿cuál es su número? ¿Dónde atiende en privado?’ Y te regalaban cositas, es lo más bonito. ‘Doctor, usted va a ser buenazo’, me decían. (…) Yo solo trato como quisiera que me traten», me contó con una cercanía y familiaridad que dan fe de lo que narra.

¿Y ‘Vacunagate’?

Tras el escándalo de ‘Vacunagate’, en el que se descubrió que cientos de funcionarios y sus familiares habían sido vacunados cuando el Perú aún no había aprobado ninguna vacuna, le pregunté a Franco qué opinaba al respecto. «No estoy triste ni decepcionado porque a la clase política ya la conozco. Solo sigo trabajando y pido que las vacunas lleguen a la gente que sí las necesita, como los enfermeros, técnicos, personal administrativo y personal de limpieza. ¡Ellos son muy importantes en el hospital y nadie destaca su labor!», destacó.