El costo metabólico de las fiestas de fin de año: la alta ingesta calórica deja una huella difícil de revertir

Las fiestas de fin de año generan cambios metabólicos reales: aumento de peso, grasa visceral y mayor riesgo cardiometabólico, según estudios científicos.

Las celebraciones de Navidad y Año Nuevo comparten un patrón común en casi todas las culturas: abundancia, excesos y cambios abruptos en la rutina diaria. Más comidas, mayor consumo de alcohol, horarios irregulares y menor actividad física conforman un escenario que, aunque suele percibirse como temporal, puede generar efectos metabólicos persistentes. En América Latina —región donde la prevalencia de obesidad y sobrepeso continúa en aumento— este contexto vuelve indispensable abordar el tema desde un enfoque médico basado en evidencia.

Durante años se ha asumido que los excesos de las fiestas “se compensan” en las semanas siguientes. Sin embargo, la literatura científica reciente muestra que este supuesto no siempre se cumple. Un análisis sistemático publicado en Nutrients en 2023, que revisó diez estudios con más de 4.600 participantes, concluyó que el aumento de peso promedio durante las fiestas de fin de año oscila entre 0,4 y 0,9 kilos.

Aunque estas cifras pueden parecer menores, los investigadores advierten que gran parte de este incremento no se pierde en los meses posteriores, sino que se suma progresivamente a la ganancia de peso anual. Este fenómeno ayuda a explicar por qué muchas personas aumentan varios kilos a lo largo de los años sin identificar un solo periodo “crítico” que lo justifique.

La evidencia más reciente refuerza esta preocupación. Un estudio prospectivo publicado en Journal of Clinical Medicine en 2025 evaluó peso y composición corporal antes y después del periodo vacacional, encontrando un aumento promedio de 1,15 kilos, acompañado de un incremento significativo de la grasa visceral. Este tipo de grasa, que se acumula alrededor de los órganos internos, está estrechamente asociada a un mayor riesgo cardiometabólico.

Los investigadores subrayan que el impacto no es homogéneo en toda la población. Algunas personas experimentan cambios mínimos, mientras que otras muestran alteraciones metabólicas más marcadas ante estímulos similares. Esta diferencia ha llevado a profundizar en el concepto de fenotipos de obesidad, que permiten entender por qué las respuestas al entorno alimentario varían tanto entre individuos.

Un estudio liderado por Acosta y colaboradores, publicado en Obesity Journal en 2021, identifica cuatro fenotipos biológicos y conductuales que explican esta heterogeneidad. El primero es el llamado “cerebro hambriento”, que agrupa a personas que requieren una mayor ingesta calórica para alcanzar la sensación de saciedad. En contextos festivos, donde la oferta de alimentos es constante, este grupo resulta especialmente vulnerable al exceso.

El segundo fenotipo corresponde al “hambre emocional”, caracterizado por una ingesta asociada a estados de ánimo y recompensas. Estas personas presentan mayores niveles de ansiedad y tienden a comer más en situaciones de carga emocional, como reuniones familiares o celebraciones. El tercer grupo, denominado “intestino hambriento”, se distingue por un vaciamiento gástrico más rápido, lo que provoca que el hambre reaparezca poco tiempo después de comer, favoreciendo el picoteo continuo típico de las fiestas.

Finalmente, el fenotipo de “combustión lenta” incluye a personas con menor gasto energético en reposo, menor masa muscular y niveles reducidos de actividad física. Durante periodos de mayor sedentarismo, como las fiestas de fin de año, este perfil tiende a acumular peso con mayor facilidad, incluso sin ingestas excesivamente altas.

En conjunto, estos hallazgos refuerzan la necesidad de dejar atrás la idea de que los excesos festivos son inocuos. Comprender cómo responde cada organismo y promover estrategias de prevención basadas en evidencia médica resulta clave para mitigar el impacto metabólico de una de las épocas más celebradas —y también más desafiantes— del año.