Para muchas personas, casarse puede ser un sueño. Sin embargo, suele tornarse una pesadilla cuando la relación se desgasta y no hay amor. Es por eso que, de cada 100 matrimonios, 50 se terminan. Es decir, un total del 50% de matrimonios acaba en divorcios, según estudios.
Cuando los padres se separan, experimentan una sensación de culpa debido al radical cambio de vida que le darán a sus hijos tras divorciarse. No obstante, no se debería tener este sentimiento de culpa.
María Fe Maldonado, directora de la plataforma Estar Mejor, señala que “al tomar la decisión de separarse, los padres están asumiendo que no pueden permanecer juntos por su propio bienestar. Para que los padres puedan ayudar a sus hijos, necesitan trabajar con sus propias emociones”.
A pesar que el divorcio es una etapa difícil que carga emociones negativas, no se debe hacer partícipes a los hijos de este dolor. Solo los adultos deben pasar por esta situación complicado, debido a que tendrán apoyo y compañía de otros adultos como familiares, amigos, terapeutas, etc.
Además, Maldonado también agrega “es el momento en que los padres deben solidificar sus propias bases con miras a poder brindar el apoyo que los hijos necesitan, ya que a ellos también les ha cambiado la vida de forma drástica y quienes no tienen otro punto de apoyo más que sus propios padres. Necesitan de padres emocionalmente estables”.
Es importante tener en cuenta que el divorcio no debe ser una tortura y no se debe poner a los hijos como trofeos, mensajeros o involucrarlos en situaciones de pareja que excedan lo parental. Cuando se comente de la decisión de divorcio a los hijos se debe hacer de manera abierta y sincera.
Es importante tener en cuenta la edad de cada hijo para poder explicárselo de la manera que ellos puedan entender. El tiempo que tendrán los padres deberán ser bien divididos y se debe aprovechar bien los espacios sin importar la cantidad, pero de mejor calidad.
Finalmente, los padres deberán tenerlos al margen de los problemas que se aparezcan entre la pareja, pero las conductas violentas no deben tolerarse porque pondrán en riesgo la integridad o seguridad de los hijos.