Los picarones, ese delicioso postre frito que nos deleita a todos, ahora tienen una fecha especial para celebrarlos. El Ministerio de Cultura del Perú ha declarado el Día Nacional de los Picarones cada último sábado de octubre. Una decisión que reconoce su importancia histórica y cultural, convirtiéndolos en un pilar de nuestra identidad gastronómica. Esta es una noticia que los amantes de la buena comida celebran.
Es por ello que el Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego (MIDAGRI) estableció el último sábado de octubre como el Día Nacional de los Picarones, con el fin de destacar este postre tradicional e impulsar la economía de sus productores.
Un dulce impulso a la economía y tradición
El MIDAGRI no solo busca celebrar los picarones, sino también impulsar la economía local. La nueva norma promueve ingredientes clave como la batata, la calabaza y la caña de azúcar, destacando el trabajo de los agricultores. Así, este postre, ahora un símbolo nacional, une la tradición gastronómica con el desarrollo agrícola, generando ingresos y empleo en todo el país.

Un bocado que cuenta nuestra historia
Los picarones son más que un dulce. Son un símbolo de nuestra historia, una fusión perfecta de las tradiciones gastronómicas peruanas. Originalmente inspirados en los buñuelos españoles, nuestros ancestros afroperuanos y andinos los transformaron al incluir ingredientes locales como la batata y la calabaza. Este toque mestizo le dio ese sabor y textura que los hace tan únicos y especiales.
No te pierdas esta dulce celebración
El primer Día Nacional de los Picarones se celebró el 28 de octubre. Las actividades se concentraron en las calles de Lima y en otras ciudades, donde se instalaron ferias y puestos de comida para que la gente los disfrutara. Los restaurantes y dulcerías de todo el país también se sumaron a la celebración con promociones y ofertas especiales.

Así se prepara el postre nacional
La magia de los picarones empieza con la masa. Los cocineros mezclan la batata y la calabaza con harina, levadura y azúcar. Una vez que la masa está lista, la fríen en aceite caliente hasta que adquiere un color dorado y una textura crujiente. Finalmente, los bañan en una miel de chancaca con un toque de higos, canela y clavo de olor, lo que le da ese toque final tan característico.
