A lo largo de su trayectoria, Bárbara Mori ha enfrentado grandes desafíos que la llevaron a un proceso de transformación personal. En una conversación con Aislinn Derbez para el podcast ‘La Magia del Caos’, la actriz recordó cómo su infancia marcada por la violencia y su rápido ascenso a la fama con la novela ‘Rubí’, la hicieron cuestionarse su felicidad. Sin embargo, encontró en la maternidad una razón para seguir adelante y reconstruirse emocionalmente.
Bárbara creció en un hogar disfuncional, donde enfrentó la violencia y el alcoholismo de su padre. «Crecí con un padre alcohólico y muy violento», confesó. Estas experiencias la hicieron sentirse perdida, incluso cuando alcanzó el éxito en su carrera. «En este mundo de la farándula nos perdemos fácilmente, y yo me perdí mucho».
El punto de quiebre en su carrera
Pese a estar en la cumbre de su popularidad con ‘Rubí’, Bárbara sintió un vacío profundo. «Me ponía a llorar y decía: ‘¿Por qué no me llena nada de esto? Algo está mal conmigo’. Ahí fue cuando dije: ‘Tengo que hacer las cosas diferente'». Fue en ese momento cuando decidió trabajar en su bienestar emocional y cambiar su perspectiva de vida.

La maternidad como un nuevo camino
A los 19 años, Bárbara se convirtió en madre tras tomar la decisión junto a Sergio Mayer. «Me enamoré perdidamente de Sergio y en ese momento le dije: ‘Quiero ser mamá'». Desde siempre tuvo el deseo de formar una familia y sintió que su hijo, Sergio Mayer Mori, le dio un nuevo sentido a su existencia. «Cuando llegó él a mi vida, me dio el sentido de luchar».
Bárbara reconoció que, durante un tiempo, replicó patrones de violencia en sus relaciones. «Sí, sí, por supuesto». Sin embargo, al convertirse en madre, se propuso romper con ese ciclo. «Tengo que enseñarle diferente a lo que yo aprendí. No tenía las herramientas, pero siempre mi intuición me guiaba». Este proceso la llevó a trabajar en su autoconocimiento y desarrollo personal.

La lucha interna y el crecimiento personal
En su camino de transformación, Mori dejó atrás el consumo de sustancias y enfrentó sus emociones sin evasiones. «Sí. Me puse sobria, dejé el alcohol y dije: ‘Quiero entrarle de verdad aquí adentro'». Para la actriz, la intención con la que se afronta la vida determina la experiencia que se vive. «Pienso que la intención que nosotros le ponemos a todo lo que hacemos también determina la experiencia que vivimos».
A sus 46 años, Bárbara afirma que el paso del tiempo le ha brindado sabiduría y una nueva perspectiva sobre la vida. «El ego es un maestraso, como todo en la vida. Mi edad es mi más grande maestra. La belleza física se acaba, y si no hay un trabajo interno, nos perdemos en el camino». Para ella, el crecimiento personal no depende del sufrimiento. «No necesitas sufrir para seguir aprendiendo de la vida, transformarte y evolucionar».