A pesar de que el acné es conocido como una afección dermatológica multifactorial que se da con frecuencia en adolescentes, también puede aparecer en la etapa adulta, llegando a ocasionar muchas molestias.
Si has notado que sufres de acné y ya pasaste la etapa de la adolescencia hace varios años, el dermatólogo Carlos Sordo, de la Clínica Ricardo Palma, nos despeja algunas dudas sobre este tema.
1. ¿Qué es el acné adulto?
Se denomina acné del adulto al que se presenta en personas mayores de 25 años o más, cuando los cambios hormonales y fisiológicos propios de la pubertad han concluido.
2. ¿Quiénes lo padecen?
Alrededor del 8 al 10% de los adultos entre 25 y 34 años lo padecen; y el 3 al 5% de los que tienen entre 25 y 44 años. El 80% de las veces afecta a la población femenina.
3. ¿Por qué aparece?
Su aparición se debe principalmente a factores genéticos que predisponen su desarrollo y por causas diversas. Por lo general, es de grado leve a moderado. Sus lesiones son de tipo papular, eritematosas e inflamatorias y se ubican en el rostro. Casi siempre en las mejillas, alrededor de la boca y mandíbula.
4. ¿Cuál es su tratamiento?
Existen distintas opciones de tratamiento. El convencional es con antibióticos y retinoides tópicos o sistémicos, así como con elementos de cuidado facial y estético. Este tipo de tratamiento se puede complementar con procedimientos diversos.
El especialista debe investigar la causa que origina el acné para combatirlo de manera eficaz. Por ejemplo, uso de mascarillas, cosméticos, cremas, factores que condicionan el engrosamiento del cutis, ingesta de medicamentos, estrés o alteraciones hormonales, entre otros factores.
5. ¿Se puede prevenir?
Debido a que se trata de una enfermedad multifactorial y determinada genéticamente no se puede prevenir. Cuando existen antecedentes familiares de acné o enfermedades asociadas se debe llevar una vida saludable, seguir una dieta balanceada y estar atentos ante las apariciones de lesiones para tratarlas de manera oportuna.
6. ¿Cuáles son sus secuelas?
Dependiendo de su severidad, puede ocasionar lesiones muy inflamatorias y dolorosas, causando cambio físico y estético importante e impactando psicológicamente a quien lo sufre. También puede producir manchas y cicatrices, por lo que se recomienda un tratamiento dermatológico precoz para aliviar las molestias y minimizar las secuelas.