Sandra Mendizábal Arboccó, una gran emprendedora peruana y una figura destacada en el mundo del café, ha demostrado que la dedicación y la pasión pueden transformar una herencia familiar en un legado empresarial. Sandra ha liderado proyectos significativos como Arte del Café y la Casa del Café Peruano. Reconocida por su labor en la promoción del café peruano a nivel nacional e internacional, Sandra ha sido galardonada con numerosos premios y es conocida cariñosamente como la «Señora del Café Peruano».
Magacín 24.7 pudo conversar con Sandra Mendizábal Arboccó, quien compartió los desafíos superados y los logros alcanzados a lo largo de su destacada carrera. Desde sus modestos comienzos hasta la expansión de Café Chasca, Sandra revela su visión para fortalecer la cultura cafetera y su compromiso con la excelencia en cada taza.
¿Cómo fueron tus inicios en el mundo del café?
Mi familia proviene de Villa Rica, Oxapampa, Pasco, donde mi abuelo fue pionero al establecer una despulpadora de café. Él no creía mucho en la agricultura y decidió tecnificar el proceso familiar. La despulpadora se convirtió en una fábrica de máquinas DIX para despulpar café, que sigue vigente hoy. Con el tiempo, mi mamá se trasladó a Lima, se casó con mi papá y pasábamos todas las vacaciones en Villa Rica, conociendo y disfrutando en familia. Fue allí donde comencé a ligarme de alguna manera con el café, pero todo cambió drásticamente a los 34 años tras sufrir un accidente cerebrovascular. En busca de paz y tranquilidad, decidí mudarme a una finca cafetalera en Villa Rica, donde terminé involucrándome pero de lleno dentro del mundo del café.
¿Qué te inspiró a iniciar múltiples proyectos de café y cómo ha enfrentado los desafíos durante su desarrollo?
Al principio, enfrenté grandes retos al adentrarme en la agricultura del café, un ámbito mayormente dominado por hombres. Cuando estaba en Villa Rica, ahí me di cuenta de que nosotros teníamos un súper café en Villa Rica y que no le dábamos un valor agregado para poder sacarlo al mercado y venderlo con una marca. Fue entonces cuando decidimos fundar Arte y Café, con la misión de empoderar a los caficultores locales y promover sus marcas en el mercado. Éramos tres socias en ese momento: Rosa, dedicada a la apicultura y las mieles; Andrea, especializada en artesanías y creativa en la elaboración de productos con granos de café tostado; y yo, centrada en el grano de café y su producción. Juntas, creamos Arte y Café con la visión de ayudar a los caficultores a desarrollar sus propias marcas y exhibirlas en nuestro espacio.
Con el tiempo, nuestra iniciativa creció y evolucionó hacia la Casa del Café Peruano en Lima, donde reunimos a unas 30 marcas de café bajo un mismo techo. Entre estos proyectos, también establecimos la Cámara de Turismo, Producción, Ecología y Cultura de Villa Rica, de la cual fui presidenta. Uno de nuestros logros más significativos fue la organización de la primera expoferia cafetalera de Villa Rica en el Centro Histórico de Lima en 2010, justo antes de obtener la denominación de origen para nuestro café. Todo comenzó a converger cuando otras provincias cafetaleras vieron el éxito de Villa Rica y se animaron a organizar sus propias expoferias en Lima. Lo que parecía casi imposible se hizo realidad, y un año después de nuestra expo Café Villa Rica, la Cámara de Cacao y Café inauguró la expo Café Perú. Desde entonces, han pasado 13 años desde que celebramos la primera expoferia cafetalera de Villa Rica en Lima.
¿Cómo impactaron tus problemas de salud en tu enfoque al trabajo y la vida?
Cuando era joven, creo que no me daba cuenta de las consecuencias graves que podrían surgir a largo plazo. Trabajaba en un laboratorio farmacéutico con niveles de estrés elevados, pero además, tenía un caballo llamado Mendoza y practicaba salto ecuestre. Así que me levantaba muy temprano para ir al rancho, sacar a mi caballo, hacerlo correr en la playa, entrenar con él y luego tomar el carro para ir al trabajo. Los fines de semana también impartía charlas sobre calidad total y ventas. Era demasiado lo que hacía. Llegó un momento en el que perdí la noción del tiempo; la noche y el día se me comenzaron a confundir, y en un momento dado, mi cuerpo colapsó.
Sufrir un accidente cerebrovascular a los 34 años es muy diferente que a los 50. Es extremadamente peligroso cuando eres más joven. Por suerte, logré evitar un problema grave. Hoy en día, estoy tratando de tomarme las cosas con más calma. Aquel incidente me hizo replantear mi vida por completo. Aunque se cerró una ventana para mí, se abrió una puerta mucho más grande. Villa Rica empezó siendo para mí como unas vacaciones, luego se convirtió en mi trabajo y finalmente en mi pasión.
¿Qué te llevó a decidir emigrar a Canadá y cómo fue adaptarte a un país nuevo?
Perú en estos momentos no brinda la seguridad que uno debe tener. Nos enfrentamos a varios episodios complicados a nivel familiar con mis hijas y conmigo mismo, lo cual me llevó a decidir que ni el dinero ni las raíces justificaban permanecer en un lugar donde la seguridad era una preocupación constante. Mis dos hermanos vivían en Canadá, y fue allí donde tomé la decisión de migrar. No fue fácil en absoluto. Llegué a Canadá a los 48 años, una edad avanzada para comenzar de nuevo. Aunque el inglés es útil, yo estoy en una zona donde se habla principalmente francés, por lo que tuve que enfrentar el desafío de aprender un nuevo idioma.
A lo largo de tu vida has recibido varios premios y reconocimientos…
Recibí muchos reconocimientos por mi labor en la caficultura peruana, pero uno que me emocionó profundamente fue el premio que recibí aquí, en Canadá. Fue en los Empy Awards, donde gané como empresaria del año latino y por tener el mejor local latino en Quebec. Estos premios significaron mucho para mí porque al llegar a Canadá, me enfrenté a empezar desde cero. En Perú tenía una trayectoria y reconocimiento, pero aquí nadie me conocía, solo mis hermanos. Esa transición fue difícil emocionalmente, me sentí desconocida y tuve que reconstruirme paso a paso.
Estos premios no solo reconocieron mi trabajo con Café Chasca durante más de 14 años en Perú, sino que también representaron un respaldo emocional enorme. Fue como decirme a mí misma que estaba haciendo las cosas bien y que debía seguir adelante. Gané premios bonitos en Perú, pero estos en Canadá fueron en otro nivel emocionalmente. Representar a toda Latinoamérica aquí, como una empresa peruana que logra cosas en Quebec, fue realmente significativo. Fue como un premio de reconciliación conmigo misma y con mi camino en este nuevo país.
¿Cómo surgió la idea de fundar Café Chasca?
Café Chasca nace en Perú. El nombre Chasca proviene de mi última hija, Iyari Chasca, quien nació prematuramente y enfrentó muchas dificultades al nacer. Crear la marca Café Chasca fue mi manera de honrarla. Cuando llegué a Canadá, enfrenté muchos desafíos como inmigrante, incluyendo el inicio del COVID. Comencé limpiando casas, pero una experiencia negativa me motivó a no dejar que me denigraran por ser inmigrante. Decidí relanzar Café Chasca a pesar de no tener un estatus legal y enfrentar muchas dificultades financieras.
Finalmente, con mucho esfuerzo y el apoyo de mis socios, logramos abrir Café Chasca después de casi dos años de trabajo arduo. La gente en Quebec, donde vivo, consume mucho café, pero no café de especialidad. Nuestro café Chasca, siendo de origen peruano y de alta calidad, ha sido bien recibido porque es diferente a lo que se encuentra comúnmente aquí. Esta diferencia y calidad nos llenan de orgullo y nos han permitido ser reconocidos en el mercado.
¿Cuáles son tus próximos proyectos a futuro en el mundo del café?
Estamos buscando expandir Café Chasca para poder replicar lo que hicimos en la Casa del Café Peruano. Mi objetivo es poder traer directamente marcas de caficultores para exhibirlas aquí en Canadá y ser el puente comercial entre las tierras de café y este país. En la cadena productiva del café, el más afectado es el caficultor; es quien menos gana y se encuentra en condiciones de pobreza. Sin leyes claras para la agricultura, estamos aún más perdidos. Mi visión es fortalecer esta conexión para apoyar directamente a los productores y contribuir positivamente a la industria cafetalera.
¿Qué visión tienes para el café peruano en el mercado global?
Perú está destacando en el mundo del café como el segundo exportador mundial de café orgánico y un creciente productor de café de especialidad. Aunque necesitamos más apoyo legislativo para la caficultura, los caficultores peruanos siempre encuentran formas de prosperar. Lo más alentador es ver cómo las nuevas generaciones están regresando a las tierras cafetaleras con un nuevo enfoque. Antes se animaba a los hijos a estudiar en Lima y no volver, pero ahora están regresando para desarrollar marcas, mejorar exportaciones y profundizar en el conocimiento del café. Este cambio promete un futuro vibrante para nuestra industria cafetalera.
¿Qué mensaje le darías a las futuras generaciones de productores de café y emprendedores en general?
Es fundamental instruirse, instruirse y viajar. Las personas deben salir y observar lo que está ocurriendo en nuestro mercado extranjero, ya que eso es lo que está demandando el mercado en la actualidad. No puedes quedarte en la finca esperando mejorar tu café si no conoces lo que está sucediendo afuera. Salir de Perú te permite entender qué está pasando en los principales países consumidores de café a nivel mundial. El networking es clave para todos, ya que en el mundo del café hay muchas ramas entre las que elegir y en las que puedes salir adelante.